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El servicio doméstico en las sociedades contemporáneas.

Según la O.I.T. (Organización Internacional del Trabajo), el servicio doméstico es el trabajo que se realiza para o en un hogar u hogares privados, prestando servicios de cuidados directos o indirectos a los miembros de ese hogar. Son una pieza clave en la llamada economía de los cuidados. Una actividad esencial, sin la que, hoy por hoy, no podríamos entender la vida en sociedad tal y como se ha desarrollado.

El servicio doméstico cubre una amplia variedad de situaciones: cuidado de niños, cuidado de personas mayores, apoyos puntuales, etc. Los responsables de Agencia Sant Pau, una agencia de servicios domésticos de Barcelona, nos cuentan que la clave para prestar un buen servicio doméstico es la personalización.

Lógicamente, no se necesitan las mismas habilidades para cuidar a un bebé que para atender a un señor mayor con movilidad reducida.

Hoy por hoy, el servicio doméstico es una actividad necesaria para cuidar de los nuestros. Imagínate una pareja que tienen dos niños y trabajan los dos. Si no se apoyan en un familiar, tendrán que contratar a una persona para que lleve y/o recoja a los niños del colegio y los atienda unas horas al día.

Las madres de esa pareja se han hecho mayores. Son viudas y viven solas en casa. Por los avatares de la edad, les cuesta más ir a la compra, mantener su casa limpia y sus hijos no están tranquilos si van solas al médico. Necesitan contratar a un trabajador especializado que atienda a su madre. Si no de continuo, al menos unas horas a la semana. Ellos tienen trabajo y familia, y es posible que vivan lejos de la casa de la madre. Por desgracia, no le pueden dedicar todo el tiempo que les gustaría.

En la sociedad actual, el servicio doméstico es una actividad básica para garantizar unas condiciones de vida dignas.

Cambios sociales.

La incorporación masiva de las mujeres al mercado de trabajo ha cambiado la forma en la que se organizan los hogares y la sociedad.

Hasta hace no mucho tiempo, el cuidado de las personas que integraban una familia recaía, principalmente, en las mujeres. Los roles sociales estaban definidos de tal manera que era el hombre el que trabajaba y llevaba el dinero a casa. Mientras que la mujer debía encargarse de cuidar a los niños y de administrar la casa.

Cuando los padres se hacían mayores y necesitaban ayuda para llevar su vida diaria, se trasladaban a casa de una de sus hijas. Esta mujer, además de cuidar a sus hijos, debía cuidar a sus padres. En algunas familias, el padre o la madre mayor, iba trasladándose una temporada de la casa de un hijo a la de otro. No nos confundamos, aunque el hijo fuera un varón, del cuidado del padre anciano se encargaba la nuera.

Había familias en las que si una de las hijas no se casaba, se reservaba para el cuidado de los padres cuando estos se hicieran mayores. No llegaba nunca a independizarse.

La incorporación de las mujeres al mercado laboral ha supuesto un cambio social de gran calado, casi tanto como lo fue la revolución industrial en su día. Supone un paso decisivo hacia un mundo más libre y más igualitario. Las mujeres ya no dependen del dinero de un hombre para vivir y pueden, en la medida de sus posibilidades, desarrollarse personal y profesionalmente como una persona independiente.

La realidad no es tan maravillosa como se esperaba. Con la descompensación que existe entre el coste de la vida y el nivel de los sueldos, en el momento en el que una pareja decide formar una familia, los dos miembros deben estar trabajando. Si uno de los dos se queda en paro, en casa entran las estrecheces. No estamos hablando de mantener un nivel de vida determinado, sino que aparecen dificultades para costear las cuestiones más básicas: pagar el alquiler o la hipoteca o mantener una cesta de la compra que asegure una alimentación variada para la familia. El trabajo es cada vez menos un derecho personal y más una necesidad imprescindible.

Con estos cambios en el funcionamiento de los hogares, han surgido necesidades para las que se requiere trabajadores que las lleven a delante. Una de las más importantes es el servicio doméstico, pues trata del cuidado de los nuestros.

Las tareas del servicio doméstico.

La Universidad de Comillas publicó un estudio bastante exhaustivo del servicio a domicilio en España. Según datos de la Encuesta de Población Activa (E.P.A.), en nuestro país se calcula que existen en torno 677.700 trabajadores en el servicio doméstico. De ellos, un 96% son mujeres. Los datos que se tienen son estimaciones. Ya que se prevé que una de cada tres trabajadoras a domicilio trabaja en situación de economía sumergida. Es decir, no está dada de alta en la Seguridad Social.

Aun así, según el estudio de la Universidad de Comillas, estas son las actividades de las que principalmente se encargan:

  • Cuidado de personas mayores. El envejecimiento de la población española es un hecho. Existe casi el doble de personas mayores de 60 años que menores de 25. Al tiempo que aumentan las cifras en los segmentos de edad más altos, se incrementa la preferencia de las personas mayores por seguir viviendo en sus casas. Una decisión que les dota de mayor independencia. Pero, claro, a medida que pasan los años, para poder llevar esa vida, necesitan de una asistencia externa que le es facilitada por medio del servicio domiciliario.
  • Atención a la dependencia. El cuidado de personas dependientes es una de las grandes asignaturas pendientes de la sociedad española. El 14 de diciembre del 2006 se aprobó la Ley de Dependencia. Una ley que nunca se ha llegado a aplicar consecuentemente en su totalidad y cuyo desarrollo, desde entonces, aún deja muchas lagunas. El Estado no se encarga del cuidado de las personas dependientes. Este recae, fundamentalmente, en las familias. Las cuales suelen solventarlo a través del servicio doméstico.
  • Atención a menores. La atención a los niños es otra área en el que las familias, con frecuencia, tienen que recurrir a trabajadores externos para poder solventarlo. La incompatibilidad de horarios entre el trabajo de los padres y la actividad diaria de los niños hace que estos no puedan estar con sus hijos en determinados periodos del día.

En la actualidad, estas actividades ocupan a más trabajadores y más horas de trabajo que las tareas de limpieza en domicilios particulares. Esto ha conducido, además, a una especialización en el servicio doméstico. Por ejemplo, para el cuidado de ciertas personas mayores aquejadas de algunas enfermedades, las familias requieren cuidadores con conocimientos de fisio-masaje o nociones básicas sanitarias. Lo mismo sucede con el cuidado a personas dependientes, donde la formación requerida, en algunos casos, puede llegar a ser parecida a la de un Técnico en Cuidados de Auxiliar de Enfermería. Digamos, que el perfil del trabajador doméstico se está especializando.

La soledad en la tercera edad. Un ejemplo de la importancia de la asistencia a domicilio.

Según la web de la Comunidad de Madrid, Madrid +, en España hay casi 5 millones de personas que viven solas. De ellos, más de la mitad, 2,54 millones, tienen más de 60 años. 1,71 millones de personas tiene 70 o más años de edad.

La soledad es la epidemia silenciosa de la tercera edad. Más que una opción de vida es un problema social. Se sabe que la soledad afecta física y mentalmente a las personas. Una persona que vive sola tiende a cuidarse menos. Eso se aprecia en la alimentación y en el cuidado que ponen en seguir las instrucciones médicas, cuando padecen alguna enfermedad. La soledad es un caldo de cultivo para la depresión y para la irrupción de pensamientos derrotistas como la idea de sentirse abandonado.

Una de las cosas que más preocupa a las personas mayores que viven solas es el miedo a que les suceda algo y no tengan a nadie a su lado para ayudarles. Esta preocupación puede desencadenar episodios de angustia.

En mi opinión, es un error que nos culpemos como sociedad por esta situación. Lo que debemos es buscar soluciones. Si nos lleváramos a nuestros padres a vivir con nosotros, como se hacía antes, estarían tan solos como lo están ahora. Con el hándicap añadido de que se encuentran en una casa que no es la suya. El hecho de que los dos miembros de una pareja estén trabajando para sostener conjuntamente la casa y la extensión de los horarios laborales, hace que sea complicado dedicarle a un mayor el tiempo que necesita.

Esta situación la estamos resolviendo por medio del servicio a domicilio. Un trabajador a domicilio es mucho más que el asistente que va a casa de una persona mayor y le ayuda a hacer los recados, le acompaña al médico o le hace la comida. En algunos casos se establecen fuertes lazos emocionales entre el cuidador y el atendido. Es un elemento que rompe la soledad.

Como podemos apreciar, el servicio doméstico es una actividad esencial, sin la cual, la sociedad no funcionaría tal y como la tenemos organizada.

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